Si decidiéramos aplicar en nuestra sociedad mexicana una encuesta en la que preguntáramos ¿Qué se entiende por la palabra educación?, en la mayoría de las respuestas nos podríamos dar cuenta que las personas −generalmente− asociamos el término educación con: lo aprendido en las aulas de la escuela, los valores humanos, la manera en que los individuos respondemos ante las diversas circunstancias de la vida cotidiana, incluso con la persona que tiene un alto nivel de estudios (es muy común escuchar que se diga que alguien perteneciente a este rubro es educado).
Sin embargo, cuando tratamos de abordar a fondo el tema de la educación siempre queda mucho por decir… Y es que aún en pleno siglo XXI en nuestra sociedad abundan seres humanos a los que no les queda claro el significado de esta palabra, por consiguiente, desafortunadamente se dejan humillar por quienes creen poseer todos los saberes del mundo y que utilizan su nivel académico como pretexto para hacer menos a quienes no tuvieron la misma posibilidad.
Recuerdo que, con ocasión del fin de curso decía un joven profesor de filosofía: “Por mucho que una persona sea la más erudita, jamás dejes que te humille, pues este acto no es un derecho de nadie”; estas palabras me hicieron reflexionar, y noté que, en ciertas ocasiones algunos docentes –indirectamente– habían mostrado esta actitud grosera con mis compañeros de la escuela y conmigo mismo. Igualmente me percaté que, en más de alguna ocasión no perdí la oportunidad y quise aprovechar mi dominio acerca del tema para manifestar mi supuesta superioridad sobre el otro. Mi observación fue más allá, y gracias a este ejercicio percibí que, numerosas veces incurrimos en este acto tan absurdo.
Durante mucho tiempo medité sobre el significado real del concepto educación. Me sorprendí de la facilidad con que (quizá de manera inconsciente) todos tenemos la ligera tendencia por mostrar supremacía frente a los demás, el problema radica precisamente en la deshumanización de la persona. Este fue otro tema de discusión originado por el empleo falaz del concepto educación con que muchos nos escudamos.
Comentaba con algunas personas tales actitudes y concluíamos sobre la evidente falta de educación en quien ejerce este tipo de discriminación, coincidíamos en que el grado académico no determina el nivel de educación; que se puede haber alcanzado la eminencia en la escala de los conocimientos, pero que ese nivel debería elevar también la calidad ética. Una persona que no tiene más que sus estudios primarios ―incluso sin tener ninguna formación académica― desde esta óptica, puede mostrar un mayor grado de educación en comparación con el hombre más brillante sobre la faz de la tierra.
Considero pues, importante partir del convencimiento que la educación no puede ser comprendida únicamente desde la dimensión académica, sino más bien entenderla como la formación que le permite a toda persona el desarrollo integral de sus potenciales humanos, académicos, éticos, psicológicos, espirituales y sociales.
Por: Ángel Arias.
Muy bien redactado. La idea es clara y concisa. Buen trabajo.
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ResponderEliminarMuy bien realizado, eres un niño santo a ver cuando me enseñas a redactar, lo leí con atención y es muy cierto lo que relatas; una cosa es tener el conocimiento y por otro lado es tener una buena educación.
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